¡Paren rotativas! La semana pasada despedí el post sobre la tercera parte del viaje como si no hubiera pasado nada importante al finalizar ese día.
Recapitulemos: Estábamos en Jumeriah Beach Park viendo el atardecer. A las siete de la tarde buscamos algún sitio para cenar por el paseo de la playa y lo único que encontramos fue un chiringuito de dudosa salubridad. Al parecer vendían pescado 'fresco' pero no nos inspiraba cierta confianza esos pescaditos colgados al sol con la mirada perdida. Pobrecitos... Así que cogimos un taxi y nos fuimos a la parada de metro para cenar allí. ¡BENDITO TAXI! Agarraros que ahora empieza lo bueno. Al sentarme, tuve la magnifica y maravillosa idea de colocar mi iPhone entre las piernas encima del asiento y pensé, OJO a lo que pensé: 'Ya lo cogeré cuando salga'... *onomatopeya de pedorreta insertesé aquí* pa' tí. ¿Cómo me iba a acordar de coger el móvil cuando me levantase? Pues al salir del taxi entramos en un Subway frente al FGB Metro Station (No se me olvidará esta estación en mi vida, ¿vale?) y cuando nos sentamos a cenar me di cuenta que mi vida ya no tenía sentido. Metí la mano en el bolsillo en busca de mi teléfono y no estaba. Corriendo busqué por mi mochila y tampoco. Y fue justo en ese momento cuando me acordé de la fantástica idea de dejar el iPhone encima del asiento del taxi. Sí amigos... ¡OLVIDÉ MI iPHONE 6 EN UN TAXI DE DUBAI! La señora tailandesa o de filipinas del local me vio la cara desencajada y ofreció su móvil para que llamara al mío por si el señor taxista contestaba. Pero al decirle que era una llamada internacional ya me dijo que no se podía. Vaya oye... Pues lo intenté durante 20 minutos con el teléfono de Marc sin obtener respuesta alguna, por que claro, yo siempre tengo el teléfono en silencio en modo-vibración. Otra proeza de mi inteligencia. Salí a la calle para localizar el taxi. ¡Viva mi bendita inocencia! Allí en Dubai los taxis están clasificados por colores: rojo, verde, amarillo, negro, azul... En el que me olvide el iPhone era de color rojo. Me acerqué a uno de ellos preguntándole al señor taxista qué podía hacer en estos casos. Cuando hay drama de por medio, mi inglés se agudiza y llega a ser casi nativo. El taxista me dio un numero de teléfono, un 800 que no me ayudó porque salía una locución grabada y yo no me enteraba de nada. Seguí llamando a mi numero varias veces hasta que después de media hora el taxista me cogió mi teléfono. Le rogué hasta en arameo antiguo que me lo trajera, que le pagaba lo que fuese con tal de que me diera mi móvil, iba hasta donde me dijera él a buscarlo... Tras 15 minutos de conversación incesante, entendí que me lo traía a la misma estación donde nos había dejado minutos atrás. El tiempo que tardó el señor en venir se me hizo eterno. Cuando llegó tenía mi iPhone en la mano y me dijo que cómo se me ocurría tener el móvil en silencio, en las alfombrillas de atrás, que llega a venir un turista y se lo lleva. Que me lo traía porque sabía que lo necesitaba pero claro, quería algo a cambio. DINERITO. Yo le decía que le pagaba lo mismo que le habíamos pagado antes y él me decía que no. Tras varias negociaciones le pregunté por la cantidad que quería y me dijo que 50 dirhams: 11-12 euros. Antes de darle el dinero, me dio el teléfono. Podíamos haber corrido e irnos pero no lo hicimos. El señor pakistaní nos dijo que en su religión, si nuestro corazón estaba contento el suyo también lo estaba. LITERAL. Yo no podía irme sin darle nada ya que me lo había traído y no se lo había quedado. Así que le di esos 50 dirhams y nos hicimos una selfie con su móvil. Que si lo se nos la hacemos con el mío. Pero yo en ese momento no podía pensar en otra cosa. Se marchó y nosotros nos fuimos hacia el hotel.
En resumen amigos, no penseis como yo. Tener el teléfono cual extremidad pegada a vuestro cuerpo. Fue el momento más surrealista del viaje. Verme en mitad de los rascacielos de Dubai, negociando el precio de mi iPhone con un pakistaní. Canela en rama.
DAY 4
Día de expedición al desierto. La excursión que contratamos en disfrutadubai.com días antes de irnos de viaje incluía lo siguiente: Recogida en el hotel, traslado al desierto, safari por las dunas en 4x4, paseo en camello, cena con buffet al aire libre y bebidas por doquier. Ahora os contaré como fue. Estábamos citados a las 4 de la tarde en el hall de nuestro hotel. Lo único que teníamos confirmado por la 'empresa' de la excursión, era un mensaje que nos vendrían a buscar a esa hora. Tras esperar más de media hora aparece un señor árabe con su túnica blanca característica preguntándonos por el numero de habitación. Nos invitó a que nos montáramos en su 4x4 blanco sin ninguna pegatina que acreditara de dónde venía ese coche. Dentro había una pareja de Nigeria que tenían pinta de cualquier cosa menos de turistas (con todos mis respetos). El conductor nos llevó a las afueras de la ciudad y entramos en un polígono. Yo ahí ya pensé que no lo iba a contar. Soy algo desconfiado parece ser. Lo que hicimos en ese polígono fue recoger a otros turistas venezolanos en su hotel y emprendimos el viaje hacia el desierto. Llegamos a un recinto perfectamente preparado para turistas donde te vendían bebida y comida, souvenirs, pañuelos, de todo. Allí podías descansar un rato o montar en quad mientras deshinchaban las ruedas del 4x4. Cuando estaba preparado el vehículo pusimos rumbo a las dunas del desierto. ¡Qué mareo! las vueltas que da el coche, los viajes que nos metíamos contra la arena. Parecía una atracción de Port Aventura. Hicimos una parada en lo alto de una montaña para ver la puesta de sol. LUJAZO. El color de la arena se volvía rojiza a media que iba atardeciendo.
Cuando oscureció nos dirigimos al campamento árabe que tenían montado para que cenáramos y viéramos el espectáculo de danza local. Pero antes nos montamos en camello. El recorrido duró aproximadamente 5 segundos con una distancia recorrida de 23 centímetros. No, ahora en serio, duró poquito si y el cuidador de los camellos te cogía el teléfono y te hacía la típica foto subidos en ellos. La cena estuvo bastante bien, había de todo: arroz, carne, ensalada, tortitas de pan... Todo esto deleitándonos con una danza típica árabe de las que un señor con una falda gigantesca, se pone a dar vueltas sobre sí mismo sin parar. Cuando parecía que ya no podía dar mas vueltas, apagaron las luces y su traje se iluminó con neones de colores. Muy típico árabe también. En esa época tenían ese tipo de luminosidad. Parecía una feria de pueblo.
THE BEST
Pisar la arena del desierto de Dubai por primera vez. Ver su atardecer y disfrutar de una cena típica árabe en un lugar inimaginable... (Esto sería lo bonito, lo mejor de todo fue cuando el señor taxista me trajo mi iPhone. Con eso si que gocé lo que no estaba escrito)
THE WORST
Las vueltas que daba el 4x4 por encima de las dunas. Llego a comer en ese momento y mi estómago no responde. Queda dicho.
Y hasta aquí el post más movidito del #dubaitrip. El próximo lunes últimos días en Dubai con la visita a los zocos de Deira. No todo es lo que parece. Solo diré eso.
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