Cuarto y último día de picos pardos por Amsterdam...
DAY 4
Llega el peor día de todos los viajes, el último. En este en concreto se acentuaba más el síndrome de Stoffel (aquel síntoma que sientes cuando no te quieres ir de un sitio en el cual has pasado unos días maravillosos). Me lo acabo de inventar, Stoffel no existe. Bueno sí, existirá en su casa con su familia pero no le han puesto su nombre a ningún síndrome que yo conozca. ¡Al turrón!
Andreas, nuestro anfitrión del apartamento, nos dejó realizar el check-out hasta las dos de la tarde así que nos tomamos con calma lo de recoger nuestros enseres. No nos podíamos ir de la ciudad sin coger unas bicicletas así que elegimos la empresa Mac Bike situada en la calle Overtoom muy cerca del Vondelpark para experimentar Amsterdam al 100%. El alquiler funciona de la siguiente manera: Tienes que elegir entre una bicicleta con frenos o sin ellos. Sí, suena muy raro pero es así. Que dices oye, que me va la aventura y la adrenalina urbana, pues coges la bici que no tiene frenos. O por el contrario eres de los más precavidos y temerosos de que no puedas frenar a tiempo y te comas a una señora holandesa y a dos de sus Yorkshire, pues pillas la que tiene frenos. Nosotros somos de la segunda opción. Dejando un deposito de 30€ con una tarjeta de crédito, puedes llevarte la bicicleta 24 horas. Pagas las horas que la uses. Nosotros elegimos la opción de 3h con seguro por si nos la robaban (cosa casi improbable en Amsterdam) y pagamos 17€. Desde esa calle nos fuimos directos al Vondelpark para atravesarlo de punta a punta. Este parque es uno de los más grandes de la ciudad cual Retiro en Madrid, Central Park en Manhattan, Hyde Park en Londres, Parque La Mina en Vallecas... Aquí le sacamos partido a la GoPro para sacar unos cuantos clips que pronto veréis en un pequeño video del viaje.

*PENSAMIENTO INTERNO* (Cuando saqué esta fotografía me recordó a Mike, Lucas y Dustin de Stranger Things, pero en vez de ir a por Will Byers, buscábamos un puesto de hot dogs. Similitudes).
Más tarde salimos a la verdadera jungla: las calles de Amsterdam. Aquel maravilloso ecosistema donde conviven bicicletas, coches, personas y tranvías por el mismo camino. En esos momentos de intensidad melodramática que sientes cuando vas cantando La Oreja de Van Gogh (Muy apropiado para el viaje. Véase el nivel de humor) encima de tu bici, es cuando verdaderamente la vida cobra su mayor significado posible.

Os voy a contar el making-off de esta foto, el background, los entresijos, las historias que se cuecen entre bambalinas... Fui el tercero en sacarme este retrato cargado de postureo holandés. Era sábado, 10 de septiembre a las tres de la tarde y el sol iba más caliente que La Veneno en las fiestas de su pueblo. En realidad no llevaba chaqueta pero claro, la fotografía requería del estilismo/outfit apropiado. Parece que mi cara refleje un sentimiento de melancolía, con la mirada dirigida hacia el horizonte pensando en lo estupenda que es la vida... Nada mas lejos de la realidad. En ese mismo instante me estaba acordando de la familia del hombre del tiempo que auguró 30 grados para ese fin de semana en Amsterdam. Pero aguanté como buen chicarrón del norte que soy (del norte de mi pueblo) y el resultado fue este :)
Aprovechamos la tarde para ir a visitar a unas vecinas muy peculiares de la ciudad. Se trata de las famosas Beguinas. Son unas señoras muy cristianas ellas, que han decidido vivir solas e independientes alejadas del sexo opuesto, para vivir su religión en la más estricta intimidad femenina. Viven todas juntas en unas casitas que forman un mini-vecindario dentro de la misma ciudad. Se llama: Begijnhof. Aquí se puede encontrar la casa más antigua de Amsterdam, o eso dicen.
Llegó la hora de ir al apartamento a buscar las maletas y poner rumbo al Aeropuerto de Schiphol. Tengo que decir que atravesamos como 2 terminales andando para poder llegar a nuestra puerta de embarque y pasar el control de aduanas. Dicho control te hace meterte en una cabina y poner las manos en alto (Rayos X). No lo había visto en ningún otro aeropuerto. Aquí me requisaron un tarrito de queso para untar que le traía a la familia. Un disgusto... El avión con destino Barcelona salió a su hora y llegamos al Prat a las doce de la noche.
THE BEST
Subirte a una bici en Amsterdam nivel puto-amo y sentirte como si condujeras un Cadillac del 59 por la ruta 66.
THE WORST
El silencio sepulcral que había en Begijnhof, el pueblo de las monjitas holandesas que no son clandestinas pero viven ellas solitas sin la presencia masculina acechando sus jardincitos.
Y aquí acaba este segundo viaje que habéis visto en Utopía. Como ya hice con el #dubaitrip habrá un post especial con 10 tips para viajar a Amsterdam y no tener que formar parte de la trama Gürtel par pagártelo. Y próximamente... ¿nuevo destino en noviembre? Maybe.
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